Primero Cautivo y luego Borriquita, aunque el calendario dijera lo contrario. Así viví, tras la cámara, el Domingo de la Semana Santa en Dos Hermanas.
El Domingo de Ramos en Dos Hermanas tiene dos epicentros bien marcados: por un lado, la salida de la Hermandad del Cautivo desde la Parroquia del Rocío, y por otro, la de la Borriquita desde Santa María Magdalena. Aunque el orden oficial sitúa primero a La Borriquita, mi jornada comenzó en el barrio, en la salida del Cautivo. Una decisión práctica y visual: quería aprovechar la luz aún contenida de la tarde y explorar los entornos más cercanos a la parroquia, que ofrecen una atmósfera más recogida y vecinal.

Allí me encontré con una banda entregada, afinando los últimos compases antes de comenzar. Me interesaba especialmente retratar ese momento de preparación, de concentración casi militar, justo antes de que empiece todo. La escena se completaba con el paso asomando entre los árboles, dorado, solemne, y con la figura del Señor Cautivo enmarcada entre uniformes y metales. Fotográficamente, era un juego constante entre planos: el movimiento de los músicos, los reflejos de los instrumentos y los detalles de la escena religiosa al fondo. La cercanía del barrio aporta mucho: rostros conocidos, saludos espontáneos, una implicación natural con lo que sucede.
Cuando terminé ese bloque, me desplacé hacia el centro, buscando una calle que para mí representa bien a La Borriquita: Santa María Magdalena. Allí ya había ambiente, con muchas familias y niños vestidos para la ocasión. El cortejo infantil de esta Hermandad tiene un peso visual innegable. Busqué escenas que hablaran no solo de la tradición, sino de cómo se vive: una niña que cruza entre nazarenos, palmas que se elevan por encima de cabezas, costaleros ajustándose las fajas, miradas desde los balcones. Es un tipo de fotografía que se mueve entre la espontaneidad y la estructura, porque hay que estar atento, pero también prever el recorrido.

Lo interesante de cubrir ambas procesiones el mismo día es el contraste. Desde la sobriedad y los matices lumínicos del Cautivo hasta la energía más festiva y familiar de La Borriquita. Desde los bloques y calles del extrarradio al corazón del casco urbano. Son dos registros distintos dentro de una misma jornada, y como fotógrafo, me interesa mostrar ese doble lenguaje: el de la puesta en escena y el del contexto que lo rodea.








