Ni avatar ni retrato: solo un destello de lo que viene.
Después de muchos ejercicios explorando la generación de imágenes con IA —probando estilos, caricaturas, ilustraciones y retratos hiperrealistas— decidí cerrar esta etapa con una imagen que no viene de mi búsqueda personal, sino de una inspiración diferente: los últimos premios del Runway AI Film Festival. Esta imagen del velo naranja, etérea y sofisticada, no pretende ser yo, y quizá por eso me resulta más potente, más elegante, y con mejor sabor de boca que mi intento de crear un avatar realista. No busca encontrarme, y sin embargo logra expresar algo que me interpela desde otro lugar.

En paralelo, y como parte del mismo proceso de investigación, también generé retratos que sí intentaban capturar mi identidad. Me divertí, sí, jugué con prompts y descarté decenas de versiones, buscando ese algo que dijera «ese soy yo». Pero, como era de esperarse, no logré encontrarme del todo. La IA devuelve lo que uno le da, pero con una capa de artificio que, aunque estéticamente impecable, no contiene lo esencial: la mirada del otro, el azar de una luz, la pausa del momento.




Para quienes venimos de épocas analógicas, donde un click requería espera, química y tacto, esta velocidad instantánea de la IA genera una mezcla de asombro y vértigo. La transición al digital fue ya un cambio profundo; luego vino el vídeo, lo móvil, lo inmediato. Pero esa experiencia reposada del retrato en película, el revelado lento, sigue siendo insuperable. Aun así, no podemos negar que por delante hay un camino fértil… y un debate abierto.



Así cierro esta etapa de ejercicios con IA: con una imagen que no me representa pero me inspira, y con la certeza de que este nuevo «espejo» tecnológico, como todo espejo, devuelve más preguntas que respuestas. Nos queda observar, cuestionar y, sobre todo, seguir creando desde el lado humano del encuadre.



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